jueves, 3 de noviembre de 2011

Debajo de mi cama... otra vez

Cada vez que miro debajo de mi cama se agolpan en mi mente multitud de recuerdos que me llevan a una infancia en la que me encantaba dejar volar mi imaginación y que me transportaban a un mundo mundo ficticio lleno de monstruos y demás personajes de fantasía.
Con el paso de los años fui volviendo a la realidad, debajo de mi cama no había nada, excepto tal vez polvo, así que los juegos y las risas que antes me echaba debajo y encima de mi cama cesaron, se acabó el saltar y el jugar, el arrastrarse y el esconderse por lo que el polvo se fue amontonando de una manera suave ahí debajo.
Hace unos días mi hermano pequeño (4 años) comenzó la conquista del vasto territorio que se extiende debajo de mi cama, le sorprendí mientras saboreaba el suelo y la rugosa pared contigua que se encuentra justado al lado, después de reprenderle decidí echar un vistazo más en profundidad ahí debajo, a ver si había algún tipo de novedad. Me agaché sobre el frío suelo para descubrir que todo seguía como de costumbre, excepto, claro está por las babas que mi hermano había dejado. Asqueado, me levanté del suelo y pensé que definitivamente aparcaba el otro mundo de debajo de mi cama, para siempre.

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